Los Obispos de Pennsylvania

Guia Sobre El Sacramento de la Penitencia

¿Que es la confesión? ¿Qué es el pecado? ¿Por qué es necesaria la Confesión? ¿Cuál es el origen del perdón de nuestros pecados? ¿Cómo puede la Iglesia perdonar nuestros pecados? ¿Por qué seguimos necesitando el perdón si ya hemos sido salvados? ¿Por qué debo acudir a un sacerdote para que me confiese?
¿Cuál es la función del sacerdote en el perdón de los pecados? ¿Qué debo hacer para ser perdonado? ¿Qué sucede en la Confesión? ¿Cómo me preparo para la Confesión? ¿Cómo voy a confesarme? ¿Por qué recibo una penitencia? ¿Con qué frecuencia debo confesarme?

Descubramos Nuevamente El Amor De Dios

Queridos Hermanos y Hermanas en el Señor,

Nuestro Santo Padre, el Papa Juan Pablo II, ha pedido "una renovada valentía pastoral para que la pedagogía cotidiana de la comunidad cristiana sepa proponer de manera convincente y eficaz la práctica del Sacramento de la Reconciliación" (Novo Millennio Ineunte, 37). Un renovado aprecio de este maravilloso sacramento que lleva a muchos a retornar a la vida de la gracia producirá una nueva primavera, una nueva época de crecimiento y de vida para la Iglesia.

En respuesta a la invitación del Papa, esta Declaración expondrá nuestra necesidad de reconciliación y explicará como recibirla. Aunque esperamos que todos los Católicos comprendan cabalmente la naturaleza e importancia del Sacramento de la Penitencia, esta Declaración está dirigida especialmente a quienes no lo comprenden o se han alejado de su práctica.

Invitamos a todos los Católicos a celebrar el Sacramento de la Penitencia o Reconciliación, o como hemos afirmado tradicionalmente, "a ir a confesarse" periódicamente. No hay mejor camino para progresar en nuestro peregrinaje espiritual que el retornar humildemente arrepentidos y amar a Dios, cuyo perdón nos regenera como sus hijos y además restaura nuestra paz con su Iglesia y con nuestros prójimos.

Con nuestros más piadosos deseos,
Atentamente en Cristo,
Los Obispos de Pennsylvania
Febrero de 2002

1. ¿Qué es la Confesión? La Confesión es un sacramento instituido por Jesucristo movido por su amor y su misericordia. En este sacramento encontramos al bondadoso Jesús, quien ofrece a los pecadores el perdón por las ofensas cometidas contra Dios y contra el prójimo. Al mismo tiempo, la confesión permite a los pecadores reconciliarse con la Iglesia, ya que ella también resulta herida por los pecados que cometemos. Tal y como se explica en el Catecismo de la Iglesia Católica, el sacramento es llamado de diferentes maneras. En ocasiones "se le denomina sacramento de conversión porque realiza sacramentalmente la llamada de Jesús a la conversión" (1423). Pero es más conocido todavía como "sacramento de la Penitencia porque consagra un proceso personal y eclesial de conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte del cristiano pecador" (ibídem).

Para muchos de nosotros continúa siendo "sacramento de la confesión porque la declaración o manifestación, la confesión de los pecados ante el sacerdote, es un elemento esencial de este sacramento" (1424). Al mismo tiempo, el Catecismo nos recuerda que "se le llama sacramento del perdón, porque, por la absolución sacramental del sacerdote Dios concede al penitente el 'perdón y la paz'" (ibídem). Para finalizar, también se lo conoce como el sacramento de la Reconciliación porque otorga al pecador el amor de Dios que lo reconcilia también con su hermano (ibídem). En este texto nos referiremos a este sacramento como el sacramento de la Penitencia.

A través de este sacramento encontramos a Cristo en su Iglesia, dispuestos y ansiosos por ser absueltos y regenerarnos a una nueva vida. Las gracias de Cristo se confieren en los sacramentos a través de signos visibles -signos que son actos de alabanza, símbolos de la gracia otorgada y gestos reconocibles a través de los cuales el Señor nos otorga sus dones. En el sacramento de la Penitencia, el perdón de los pecados y la restauración de la gracia son los dones que recibimos a través del signo externo, es decir, la extensión de las manos y las palabras de absolución pronunciadas por el sacerdote.

2. ¿Qué es el pecado?

Desafortunadamente, en la sociedad actual son muchas las personas que no saben qué es el pecado. El Santo Padre ha afirmado que "sucede frecuentemente en la historia, durante períodos de tiempo más o menos largos y bajo la influencia de múltiples factores, que se oscurece gravemente la conciencia moral en muchos hombres. . . . Muchas señales indican que en nuestro tiempo existe este eclipse" (Reconciliación y Penitencia, 18). Actualmente muchas personas han perdido el sentido del pecado y sienten que pueden hacer lo que les place sin evaluar o temer las consecuencias.

Para tales personas, la palabra "pecado" carece de significado. Sin embargo, sabemos que el pecado es un mal terrible que todos debemos conocer y contra el cual todos debemos luchar. De acuerdo con el Catecismo de la Iglesia Católica, el pecado "es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta". El pecado es un pensamiento, "una palabra, un acto o un deseo contrarios a la eterna ley [de Dios]" (1849, 1853). En otras palabras, el pecado es rechazar el bien y elegir el mal voluntariamente. Para determinar la gravedad del pecado, lo usual es hacer una distinción entre los pecados mortales y veniales. El Catecismo nos enseña que "el pecado mortal destruye la caridad en el corazón del hombre por una infracción grave de la ley de Dios. . . El pecado venial deja subsistir la caridad, aunque la ofende y la hiere" (1855) (véase el Glosario al final del cuadernillo las definiciones de Pecado mortal y venial).

3. ¿Por qué es necesaria la Confesión?

Necesitamos el sacramento de la Penitencia, porque cada uno de nosotros periódicamente peca. Cuando nos damos cuenta que hemos ofendido a Dios, quien es absolutamente merecedor de nuestro amor, sentimos la necesidad de hacer las cosas bien. Al igual que el hijo pródigo en el Evangelio, ansiamos experimentar nuevamente el abrazo amoroso de un padre indulgente que nos aguarda con paciencia a cada uno de nosotros. Jesús mismo estableció este método seguro y cierto para nosotros de acceder a la misericordia de Dios y saber que nuestros pecados son perdonados. En virtud de su divina autoridad, Jesús otorga esta facultad de absolución al ministerio apostólico. Y como dice el Catecismo de la Iglesia Católica, "al hacer partícipes a los apóstoles de su propio poder de perdonar los pecados, el Señor les da también la autoridad de reconciliar a los pecadores con la Iglesia" (1444).

Necesitamos saber que nuestros pecados son perdonados. Hay algo en nuestra naturaleza humana que requiere la seguridad que nuestros pecados son realmente perdonados. La confesión es la manifestación visible de la misericordia de Dios, la que nos proporciona, también en términos humanos, el reconocimiento claro de que Dios nos ha perdonado.

4. ¿Cuál es el origen del perdón de nuestros pecados?

Jesús nos invita a reconciliarnos con Dios.

Él es el Cristo, el Buen Pastor, quien nos ofrece el perdón y el poder de apartarnos del pecado. En su primera carta a los Corintios, San Pablo nos recuerda que así como el pecado entró en el mundo a través de Adán y Eva, así también la gracia y la nueva creación llegan a nosotros a través de Jesucristo; así como la muerte llegó a nosotros a través de un ser humano, también la resurrección de los muertos llegó a través de un ser humano. Si en Adán mueren todas las personas, en Cristo todos serán llevados a la vida -una vida plena, una nueva creación que ya comienza en nosotros desde el momento mismo en que recibimos la gracia (cf. 1Cor 15).

Este es el mensaje que proclamamos cuando nos enfrentamos con el misterio del pecado. Así como Adán introdujo el pecado, la muerte, la falta de armonía, la confusión, la disolución y las disputas en nuestras vidas, Cristo, el nuevo Adán, nos otorga la gracia, la redención, la vida nueva y la salvación (véase el tema del Pecado Original en el Glosario al final del cuadernillo).

Es en Jesucristo en quien encontramos el comienzo de la nueva creación. Él nos conduce de regreso al Padre, supera la trágica alienación del pecado y restaura la armonía. Jesús nos concede una nueva vida en la gracia, la cual comienza a restaurar nuestra relación con Dios y nos conducirá a la más plena comunión con Dios en la gloria. La gracia es el comienzo de una nueva creación para todos los bautizados en Cristo. En resumen, la pasión y muerte de Jesús nos ha rescatado y nos ha otorgado una nueva vida.

5. ¿Cómo puede la Iglesia perdonar nuestros pecados?

La Iglesia profesa la creencia en el "perdón de los pecados" y es totalmente consciente que sólo Dios puede perdonar los pecados. También cree que Jesús purificó todo pecado a través de su muerte, y que después de su resurrección le dio a su Iglesia el poder y la autoridad para proporcionarnos la redención que Él logró en la cruz, es decir, el perdón de Dios para nuestros pecados.

Como señala el Catecismo, nuestra fe en el perdón de los pecados está vinculada con la fe en el Espíritu Santo y en la Iglesia: "Al dar el Espíritu Santo a sus apóstoles, Cristo resucitado les confirió su propio poder divino de perdonar los pecados: 'Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos'" (976; cf. Jn 20, 22-23).

En consecuencia, traemos nuestras claudicaciones a la Iglesia porque Jesús impartió a sus apóstoles, a sus sucesores y a través de ellos a todos los sacerdotes ordenados, su propio poder para perdonar los pecados, para restaurar y reconciliar al pecador con Dios y con la Iglesia. Este poder para perdonar los pecados es referido con frecuencia al "poder de las llaves", este poder confiado a la Iglesia cuando Jesús le dijo a San Pedro: "Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo" (Mt 16, 19). Este poder se manifiesta y opera a través del sacramento de la Penitencia.

6. ¿Por qué seguimos necesitando el perdón si ya hemos sido salvados?

La nueva vida que recibimos en Cristo no anula la debilidad de la naturaleza humana ni nuestra inclinación al pecado. San Juan escribió: "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros" (1Jn 1, 8). Hay muchas clases de pecados, algunos mortales, otros veniales. Pero todo pecado tiene un efecto dañino, ya que impide el progreso del alma en el ejercicio de las virtudes y la supremacía del bien. "El pecado crea una facilidad para el pecado," nos recuerda el Catecismo. "Engendra el vicio por la repetición de actos" (1865).

Como resultado de ello, aun cuando estamos bautizados en una nueva vida, debemos seguir retornando al sacramento de la Penitencia para purificarnos del pecado y recibir la misericordia de Dios. Si deseamos crecer en una vida de gracia, necesitamos siempre del perdón de Dios mediante el sacramento de la Penitencia.

7. ¿Por qué debo acudir a un sacerdote para que me confiese?

Es muy nefasto que muchas personas consideren que no necesitan confesarse. Muchos dicen: "Simplemente le confieso mis pecados a Dios y él me perdona." Esas personas caen en el error de no reconocer que el sacramento de la Penitencia no es un invento de la Iglesia. En realidad, el sacramento de la Penitencia es el regalo de Cristo a la Iglesia para garantizar que el perdón que él tan generosamente concede se extienda a todos y cada uno de los miembros de la Iglesia. Una vez más, citamos las palabras del Santo Padre para resaltar la conexión entre Cristo, su Iglesia y el sacramento de la Penitencia:

"De la revelación del valor de este ministerio y del poder de perdonar los pecados, conferido por Cristo a los Apóstoles y a sus sucesores, se ha desarrollado en la Iglesia la conciencia del signo del perdón, otorgado por medio del Sacramento de la Penitencia. Este da la certeza de que el mismo Señor Jesús instituyó y confió a la Iglesia -como don de su benignidad y de su filantropía ofrecida a todos- un Sacramento especial para el perdón de los pecados cometidos después del Bautismo" (Reconciliación y Penitencia, 3).

8. ¿Cuál es la función del sacerdote en el perdón de los pecados?

Al instituir su Iglesia, Cristo le traspasó a ésta el poder de perdonar los pecados. Así como él perdonaba los pecados, también quienes fueron elegidos por Él para que fuesen sus apóstoles tienen el extraordinario poder de perdonar los pecados. En la actualidad, el signo externo visible de la misericordia y perdón de Cristo es ejercido por los sacerdotes en la confesión. Al igual que la Iglesia en su conjunto es el signo visible de la presencia de Cristo en el mundo, todo sacerdote hace visible el perdón y la misericordia de Jesús en el sacramento de la confesión. El sacerdote, que por el Orden Sagrado se asemeja a Cristo, absuelve a los pecadores, no en su propio nombre y poder sino en el nombre y en la persona de Jesús.

9. ¿Qué debo hacer para ser perdonado?

Lo que nos conduce al sacramento de la Penitencia es el arrepentimiento que experimentamos por lo que hemos hecho. La motivación puede originarse en el amor hacia Dios o incluso en el temor por las consecuencias de haber ofendido a Dios. Cualquiera sea el motivo, la contrición es el comienzo del perdón de los pecados. El pecador debe llegar a Dios mediante el arrepentimiento. El pecado no puede ser perdonado si no nos sentimos apesadumbrados y lo lamentamos, si no hemos resuelto no volver a pecar y si nuestra intención no es la de volver a Dios. Aunque no podemos estar seguros de que no vamos a pecar nuevamente, nuestra resolución actual debe ser honesta y realista. Debemos desear cambiar, para ser fieles al Señor y para intentar adoptar las medidas necesarias para hacer posible nuestra fidelidad. El perdón de Cristo siempre requiere de un compromiso tal: "Vete, y no peques más" (Jn 8, 11).

10. ¿Qué sucede en la Confesión?

En el sacramento de la Penitencia, el pecador arrepentido se presenta ante Cristo personificado en el sacerdote, quien escucha sus pecados, le impone una penitencia y lo absuelve en el nombre y por el poder de Cristo.

El pecador enfrenta el juicio misericordioso de Dios y, arrepentido, se acerca al Señor, admitiendo su culpa ante el representante de Cristo. Es en la persona de Cristo que el sacerdote escucha la confesión de culpabilidad. Las palabras que se pronuncian en la Confesión están amparadas por la más solemne obligación de confidencialidad. De hecho, la ley de la Iglesia establece una grave penalidad para aquel confesor que viole directamente el "secreto de Confesión."

Es en el nombre de Cristo que el sacerdote pronuncia la misericordia del Salvador: "Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo." El Catecismo nos recuerda que "la absolución quita el pecado, pero no remedia todos los desórdenes que el pecado causó" (1459). De esta manera, el sacerdote impone una penitencia al penitente, la cual puede consistir en "la oración, en ofrendas, en obras de misericordia, servicios al prójimo, privaciones voluntarias, sacrificios y sobre todo, la aceptación paciente de la cruz que debemos llevar" (1460).

11. ¿Cómo me preparo para la Confesión?

La confesión no es difícil, pero sin embargo requiere cierta preparación. Debemos comenzar rezando, colocándonos en presencia de Dios, nuestro Padre amoroso. Debemos albergar en nuestros corazones un sentimiento de arrepentimiento por todo el mal que hayamos hecho. Cualquiera sea el motivo, la contrición es el comienzo del perdón de los pecados. Debemos estar apesadumbrados y lamentarlo, tomar la determinación de no volver a pecar y tener la intención de retornar a Dios.

Con el corazón así dispuesto, debemos revisar nuestra vida desde la última confesión, hurgar en nuestros pensamientos, palabras y acciones para descubrir aquellas cosas que no fueron conformes al amor de Dios, a su ley o a las leyes de la Iglesia. Esto es lo que se conoce como "Examen de conciencia." (véase el Apéndice al final del cuadernillo)

12. ¿Cómo voy a confesarme?

Lo que se transcribe a continuación puede ser útil para ayudar a preparar una buena confesión. Ante todo, no tenga miedo. Si tiene dudas acerca de lo que debe hacer, pida ayuda al sacerdote:

  • Saludo:
  • El sacerdote da una cálida bienvenida al penitente y lo saluda con amabilidad.

  • Señal de la Cruz:
  • Luego, el penitente hace la Señal de la Cruz, y lo mismo puede hacer el sacerdote.
  • Invitación a confiar en Dios:
  • El sacerdote invita al penitente a confiar en Dios usando una de las fórmulas del ritual o palabras similares. Si el penitente no es conocido del sacerdote, lo más apropiado es que el penitente le informe al sacerdote su estado civil (casado, soltero, sacerdote), cuándo fue que hizo la última confesión y cualquier otro detalle que pueda ayudar al confesor a ejercer su ministerio.

  • Oración del penitente y absolución:
  • El sacerdote le solicita al penitente que exprese su arrepentimiento a través del rezo de alguna de las oraciones del ritual o con sus propias palabras. A continuación, el sacerdote reza la Oración de Absolución y el penitente responde: "Amén."

    "Agradece al Señor porque Él es bueno." El penitente responde:"Su misericordia permanece para siempre."A continuación, el sacerdote despide al penitente usando alguna de las fórmulas del ritual.

    NOTA: Los párrafos precedentes fueron extraídos del ritual de la Iglesia Católica Romana. Las Iglesias Orientales utilizan una fórmula diferente.

    13. ¿Por qué recibo una penitencia?

    A fin de completar el proceso, el sacerdote impone una penitencia. La absolución limpia el pecado, pero no remedia todos los desórdenes causados. Pese a que no somos capaces de satisfacer verdaderamente a Dios por el mal que hemos hecho y por sus consecuencias, debemos satisfacerlo por nuestro pecado, por medio de una acción o de una plegaria que exprese nuestro deseo de enmendar o reparar parte de ese desorden, daño o perjuicio que nuestros actos pecaminosos han introducido en el mundo.

    La penitencia impuesta toma en cuenta la situación personal del penitente y sirve el propósito de respaldar su bien espiritual. En la medida de lo posible, se corresponde con la gravedad del pecado confesado. Puede consistir en una oración, una ofrenda, obras de misericordia, sacrificios o auxilios al prójimo. Pero esta penitencia es la manifestación real de nuestra participación en la Cruz y nos ayuda a estar más íntimamente unidos a Cristo.

    En la Introducción al Rito de la Penitencia se nos recuerda que la verdadera conversión se completa con actos de penitencia o satisfacción por los pecados cometidos, por medio de la enmienda de la conducta y también por medio de la reparación del daño. El tipo y alcance de la satisfacción se debe ajustar a la condición personal de cada penitente. De esta manera se ayuda al penitente a curar el mal que lo condujo a pecar. Por lo tanto, es necesario que el acto de la penitencia sea realmente un remedio para el pecado y ayude a la renovación de la vida.

    14. ¿Con qué frecuencia debo confesarme?

    La confesión individual e integral sigue siendo el único modo que tenemos de reconciliarnos con Dios y con la Iglesia. Todo católico que haya cometido un pecado mortal (grave) está obligado a buscar lo más pronto posible el perdón de Dios a través de este sacramento.

    En circunstancias ordinarias, todo católico que haya cometido un pecado mortal no debe recibir la Santa Comunión antes de haber recibido la absolución sacramental. A través de ésta Dios no sólo perdona nuestros pecados, sino que también recibimos el poder de Su gracia para combatir el pecado y para fortalecer nuestro compromiso para con Dios y la Iglesia. Tan poderosa es la gracia de este sacramento que la Introducción al Ritual de la Penitencia nos recuerda que la celebración frecuente y cuidadosa de este sacramento es también un remedio muy útil para los pecados veniales. La confesión no es simplemente una repetición ritual o un ejercicio psicológico, sino una lucha seria para perfeccionar la gracia del bautismo de tal forma que, así como soportamos en nuestro cuerpo la muerte de Jesucristo, así también su vida pueda verse reflejada en nosotros de manera todavía más clara.

    Conclusión: nuestra conversión continua

    A medida que vamos completando nuestros pensamientos sobre el sacramento de la Penitencia, deberíamos reflexionar en el hecho que la más profunda alegría espiritual que cada uno de nosotros siente al confesarse significa la liberación de cualquier obstáculo que pueda separarnos de Dios, un Padre amoroso y misericordioso que nos recibe a cada uno con todo el perdón y el amor ofrecidos al hijo pródigo. Renovados, reanimados y reconciliados una vez más por este sacramento, nosotros pecadores nos transformamos en una "nueva creación." Somos renovados. Es esta renovación del espíritu y del alma la que esperamos que todos puedan experimentar una y otra vez mediante el sacramento de la Penitencia.

    Examen de conciencia

    Apéndice

    Al prepararte para realizar una buena confesión, debes pedir el perdón de Dios por todo aquello en que lo hayas ofendido, pero especialmente por todo pecado grave. Si no estás seguro de qué es lo que debes decirle al sacerdote durante la confesión, no tengas miedo de pedirle ayuda. El sacerdote está ahí para asistirte y para compartir contigo el amor y la misericordia de Dios.

    Muchas personas consideran que los Diez Mandamientos constituyen un excelente marco de referencia para el examen de conciencia. A continuación hallarás el texto de los Mandamientos que quizás te resulten de utilidad.

    1. Amarás a Dios sobre todas las cosas.
    2. No tomarás el nombre de Dios en vano.
    3. Santificarás el Día del Señor.
    4. Honrarás a tu padre y a tu madre.
    5. No matarás.
    6. No cometerás actos impuros.
    7. No robarás.
    8. No levantarás falsos testimonios ni mentirás.
    9. No desearás la mujer de tu prójimo.
    10. No codiciarás los bienes ajenos.
    Acto de contrición

    Señor mío, Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador, Padre, Redentor mío, por ser vos quien sois, bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas me pesa de todo corazón haberos ofendido, también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Animado con tu divina gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuera impuesta, para el perdón de mis pecados. Amén.

    Glosario

    El Pecado Original fue el que cometieron Adán y Eva, los primeros seres humanos. Se trató de un acto deliberado de desobediencia, un rechazo a la orden impartida por Dios, rechazo tan devastador que quebró la relación que nuestros primeros padres disfrutaban con Dios. Como consecuencia de este pecado, tanto ellos como sus descendientes perdieron el paraíso hasta que llegó Jesucristo, nuestro Redentor, para conquistar el pecado y la muerte y para restaurar nuestra herencia al Reino de Dios. El Pecado Original mancha a todos los seres humanos y es purificado por medio de las sagradas aguas bautismales. Sin embargo, aun cuando el pecado original es removido, sus efectos permanecen. Uno de estos efectos es la concupiscencia, que es el deseo desordenado que nos inclina al pecado (Catecismo de la Iglesia Católica, 1264, 1426, 2515).

    El Catecismo de la Iglesia Católica define al Pecado Mortal como "una infracción grave de la ley de Dios, [que] aparta al hombre de Dios, que es su fin último y su bienaventuranza, prefiriendo un bien inferior. Para que un pecado sea mortal se requieren tres condiciones: materia grave, pleno conocimiento de la maldad del acto y deliberado consentimiento" (1855, 1857). El Catecismo enfatiza que "elegir deliberadamente, es decir, sabiéndolo y queriéndolo, una cosa gravemente contraria a la ley divina y al fin último del hombre, es cometer un pecado mortal. Éste destruye en nosotros la caridad sin la cual la bienaventuranza eterna es imposible. Sin arrepentimiento, tal pecado conduce a la muerte eterna" (1874). Esta "muerte eterna" es el Infierno, allí donde todos aquéllos que murieron sin arrepentirse de sus pecados mortales sufren la separación eterna de Dios y la pérdida de la felicidad eterna, es decir, el poder ver a Dios cara a cara.

    De acuerdo con el Catecismo, el Pecado Venial, "deja subsistir la caridad, aunque la ofende y la hiere" (1855). El pecado venial consiste en no observar en materia leve "la medida prescrita por la ley moral, o cuando se desobedece a la ley moral en materia grave, pero sin pleno conocimiento o sin entero consentimiento" (1862). Sin embargo, debemos tener en cuenta que pese a que los pecados veniales no tienen los graves efectos del pecado mortal, "el pecado venial deliberado y que permanece sin arrepentimiento, nos dispone poco a poco a cometer el pecado mortal" (1863). La meta de todo cristiano debe ser la de esforzarse por realizar, a través de la oración constante, actos de penitencia y obras de caridad, para llevar una vida libre de pecado.